Dices que te amas, pero cada vez que cometes un error, buscas a quien culpar y nada tratas de solucionar.

Dices que te amas, pero cuando las cosas son dificiles, explotas y comienzas a gritar.

Dices que te amas, pero te menosprecias en cada fracaso.

Dices que te amas, pero en momentos de ansiedad, te empiezas a morder las uñas hasta que al hospital hay que llevarte.

Dices que te amas, pero no te sientas a descansar ni pensar como mejorar.

Pregonas el amor propio, pero este parece desaparecer en cuanto las cosas comienzan a temblar.

Por eso tengo miedo cada vez que dices que me amas, porque el amor al prójimo es un reflejo del amor propio.

Y mirando al cielo,...