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El amor es
El amor, ese enigma perpetuo que trasciende la mera atracción o el deseo fugaz. No se encuentra en la pasión efímera de un encuentro, ni en la urgencia de los cuerpos que se buscan en la oscuridad. El amor es más, mucho más. Es la entrega valiente y consciente de uno mismo al otro, es otorgarle a esa persona el poder de afectarte, de moverte, de transformarte.

Es un poder que se da no con temor, sino con la confianza plena de que será usado con la misma delicadeza con la que se entrega un secreto. El amor es esa fuerza que te impulsa a abrir las puertas de tu ser, a mostrar tus sombras y tus luces, tus miedos y tus sueños. Es un acto de valentía, un compromiso silencioso que dice: "Aquí estoy, con todo lo que soy, para ti".

Y sí, puede que el amor incluya pasión, que tenga deseo, pero estos son solo colores en el vasto lienzo de la conexión humana. Son matices que enriquecen, pero no definen. El amor verdadero es el que permanece cuando la pasión se calma y el deseo se satisface; es el que se queda cuando la novedad se convierte en cotidianidad.

El amor es un jardín que se cultiva día a día, con paciencia y dedicación. Es entender que el otro es un universo por descubrir, y que el poder que te han dado es una llave para explorarlo. Es saber que, en ese dar y recibir, en ese intercambio sagrado, se encuentra la verdadera esencia del amor.

Porque el amor no es solo un sentimiento, es una decisión, una elección diaria de seguir entregando ese poder, de seguir siendo vulnerable, de seguir eligiendo a esa persona. El amor es, en su forma más pura, la libertad de ser uno mismo junto a otro, y encontrar en esa unión la fuerza para enfrentar el mundo. Es, simplemente, el poder más hermoso que podemos compartir.
© Ronald Iriarte