Cada día me levanto y me pregunto
cuándo llegará el día de mi muerte,
cuándo será que se borren mis recuerdos junto
a esos pequeños destellos de luz inerte...

Mi visualización es vaga, como una neblina,
y en el umbral de mi mente hay ecos,
cuanto más se expande más se arruina,
más solitaria queda como frutos secos.

Las desdichas de mi vida están petrificadas,
pero frescas y sangrando como tules...
cuervos hurgan en nidos vacíos, aguas saladas
y una malgama de desechos azules

se esparce por todo el lugar, desolado.
Cada día es el mismo, una réplica,
los tonos del día son un color descolorado,
y la atmósfera del viento ya no es esférica.

Vivo pensando en mi mente, y mi mente
vive pensando en mí, pero de manera siniestra,
lo que yo creo que es una mentira diligente
termina siendo una verdad que no se demuestra.

Y lo que creo que es verdad es mentira,
así se la pasa jugando mi subconsciente,
es como una partida de ajedrez sin la mira,
porque el contrincante conoce tu fuente...

Sin embargo ya sabe mis deseos y miedos,
ya me percibe con su olfato de demente,
a veces escribo por la acción de mis dedos
que insconcientes necesitan esa descarga doliente.

Atrapado en un mundo de mi mundo deprimente,
los laberintos tienen trampas en cada rincón,
se supone que las señales son una corriente
para ayudarme a salir, pero son la ejecución.

Corriendo voy, desesperado, sin hallar nada,
el ciclo se repite como un trompo dando vueltas,
caigo al vacío, volcado de ramas infectadas,
el silencio retumba como cigararas revueltas.

Con un fervor de creer, el pesimismo es más grande,
la fé no es existente en una realidad que convierte
en golpe un razonamiento que se expande,
"La mente es peor enemiga que la muerte"


© Sulmon