...

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Estás tumbada en fotográfica presencia,

ausente,

tan concentrada
que tus ojos se curvan hacia estos versos.
Tu lectura muestra que eres madre primeriza
y que te ocupas de sostener el universo
que caluroso se ríe bajo la sombra de nuestro árbol.

Te miro hasta romper mi iris,
tus labios quieren besar la luz
y te sientes feliz de los años
que han visto hablar a tu cuerpo.
Todavía tienes aroma de chocolate.

Si me fuera la vida en ello
te marcaría como el fin de mi anhelo
buscando en tu piel la huella de mis manos
que te relamieron hace ya demasiados capítulos.

Aún hoy, te sigo con la mirada
cuando palpitas en las sendas
agradeciendo las arrugas de mis ojos
que no se cansan de releerte
como una buena novela
que te has leído una y otra vez,
y siempre descubres algo nuevo.

Te escudriño también por las noches
como espía de contornos
que quiere encontrar la rendija
para tatuar mi nombre en tu nombre.

Y tú, qué sabes de nuestras horas
te dejas querer como los abrazos pretéritos
como si quieras guardarte como regalo inesperado
U ofrenda que se redime a sí misma.

Aún te busco, aunque estés ausente
en cada instantánea de mi alma.

© Víctor García