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La ley y el orden parte 1.
Eran seis los policías de un pueblo,
conocidos por “los grandes magníficos”,
de muchos pobladores eran ídolos,
a cachiporras el pueblo era pacifico.

El comisario era Inmundo Peralta,
un tipo bigotón puesto a dedo,
tenía fama de darle duro a la malta,
él tenía formado su sublime credo,
de leyes era como los renacuajos,
del orden era un gran especialista,
lo que de leyes no sabía un carajo,
lo compensaba a los palos el artista.

El fruncido Juan Segundo Cepeda,
era de la comisaria el administrativo,
le gustaba tener reluciente la vereda,
como escribía a máquina se creía divo.

Cabo de segunda era Segismundo Ascarate,
era alto y grueso como un enorme rancho,
si él te hablaba era siempre mejor callarte,
te noqueaba tres días con su famoso gancho.

Otro cabo de segunda era el Juan Pereira,
era flor de tartamudo, lo tenía bien asumido,
por su novia María Rosario el siempre suspira,
si ella lo miraba a los ojos lo dejaba todo afligido.

Cabo de primera era Nepomuceno Medina,
tenía por sobrenombre “eterno verano”,
no tenía ni un solo día de frescura,
para encontrarlo había que ir a la cantina,
y rezar para no encontrarlo bien mamao.

También cabo de primera era Antoñito Diez,
era lo mejorcito de esa puta comisaria,
poseía un espíritu lleno de gran calidez,
era instruido en leyes y en la historia.

Para completar del pueblo el mapa,
estaba el señor juez, Atanasio Cordero,
a la ley la aplicaba con dudosa celeridad,
todos los habitantes sabían que era coimero,
al calabozo ibas si no había plata para tu libertad.

Eran años bien duros allá por los cincuenta,
las disputas generalmente se arreglaban a duelos,
el comisario era el veedor de esas tardes sangrientas,
aseguraba las reglas tomando una grapa con hielo,
se creía el machito, pero las grapas se toman potras.

Un día un conocidísimo hacendado,
conocido también por afamado contrabandista,
acusó a un granjero de que le robaba el ganado,
estaba tan ebrio que no razonó el ruralista,
que el granjero tirando era un gran especialista.
Cuando se le fue la borrachera, y supo de su audacia,
quedó blanco, como la bata del empleado de la farmacia.
Acudió como siempre al ogro del comisario,
le recordó de su suculento y próspero trato.
¡Hombre, tranquilo!, hoy matas a tu adversario,
pero a mi comisión del contrabando hazle otro retrato.

El comisario intentó que el arma del granjero no disparara,
se aseguró que la del contrabandista fuera un misil.
un trovador frente al gentío tocó su harapienta guitarra,
mientras los contendientes apuntaron su fusil.
Sotreta el comisario intercambió las armas,
casi al unísono se levantó mucha pólvora,
el estanciero cayó lentamente en cuclillas,
todos tenemos marcada nuestra hora,
en la frente del terrateniente la bala brilla,
y ya nunca más verá otra cálida aurora.

Se cumplió por completo el plan del comisario,
lo tejió rápidamente de antemano,
ya es dueño del contrabando y de su erario,
ahora sí que relucirá el marfil de su piano.
Entre la muchedumbre cambió las armas,
le entregó al hacendado la de balas de salva,
se cumplió de nuevo la ley del karma,
el comisario ahora tiene nueva chamba.

¡Paaaa, ya no es solo la orden cardenalicia,
corrupta está también la ley y el orden!
¡Pérez Pablo, que haces acá inmundicia!,
bue, mirá que tu vida es un desorden,
che, estoy creando una nueva sátira,
y no estabas incluido en mis planes.
Marcelo, tus lectores ya me admiran,
¡lloran de risa con mi desfachatez!

El granjero Colman fue a la comisaria a hacer una denuncia,
lo atendió el administrativo Juan Segundo Cepeda.
Vea Juan, me han robado tres toneladas de boniatos.
¿Y usted viene a denunciar el valor de unas pocas monedas?
ustedes ignorantes y brutos me tienen las bolas al plato,
¿Colman, tenes en mente a algún sospechoso?
Si, a su pichicome hermano, Juan Primero Cepeda,
todo el pueblo sabe que es holgazán y perezoso,
Juan Segundo, hay actitudes en la vida que se heredan.
¡Colman, le faltas el respeto a mi uniformada autoridad!
Más me lo faltó usted minimizando mis boniatos.
Creo Colman que uste no está pensando con mucha claridad,
ya lo estoy viendo en un rato en un largo sollozo.
¡Juan Segundo, a mí me habla con igualdad!,
te conozco, no te vengas a hacer conmigo el oso.

¡Colman yo soy un policía inmaculadamente honrado!,
mi legajo laboral es completamente intachable.
Juan, eso mismo dicen todos los uruguayos diputados,
aseguran que sus currículos son bien impecables,
después que a la cámara llegar han logrado,
con poquitito disimulo muestran sus sables,
se roban todo y al pueblo lo dejan tirado.
¡Ah no, te acabas de pasar de la raya!
dice encocorado Juan Segundo Cepeda.
La comisaria ahora es una tremenda polvareda,
están tratando de reducir a Colman el granjero,
eran tres policías y la madeja no se desenreda,
Colman se les transformó en flor de guerrero.

Colman les decía canallas y era una muralla.
Pero llegó Ascarate, era macizo como chancho.
Ta clavao Marcelo, Colman perderá la batalla,
¡puaaa, Ascarate le dio de derecha un gancho!,
es cierto el mito de Ascarate, ¡lo dejó quietito!
Pérez Pablo, le tienen miedo a este milico facho,
Colman dormirá tres días soñando con pajaritos.

No sé Marcelo como sigue esta sátira,
hemos atravesado situaciones apremiantes.
Pablo, a veces me dan ganas de irme de gira,
y dedicarme a ser un gran cantante.
Perdón chelo, sé que la verdad duele,
si haces de cantante te van a llenar de tomates.
Pablo, al precio que está el kilo, ¡déjalos que vuelen!,
¡ten por seguro que me haré un gran magnate!

Se escucha el motor de un poderoso helicóptero,
es el comisario que viene con contrabando,
asumió ahora el juego de gran aventurero,
si le llega a ir bien de seguro arma un comando.

Marcelo, mientras no contrabandee fieras,
¿en Brasil acaso hay de esas rayadas cebras?,
en Asia y África habitan las negras panteras.
Pablo, sos un ignorante con eso de las cebras,
lo que sé es que de Brasil trae anacondas y culebras.
Marcelo, lo que yo sé, es que el comisario Peralta,
¡tiene en mente contrabandear truchas Barbie brasileras!
Pablo, me acabas de dejar el corazón en gran pena,
lo que falta es que tenga la idea de traer a la Lorena.
Marcelo, ¡bingo!,
Jesús te bendijo.
Jeshua jueputa,
el decreta y ni se inmuta.

Apaga la luz Marcelo,
una voz resuena desde el cielo.
Jeshua, no me amenaces,
mirá que re escribo la orden cardenalicia.
Marcelo, ¿acaso tendrás tanta malicia?
Probadme que yo después te cuento.
Psss Jesús, este escorpiano te incendia el cielo,
mejor no lo tories o se te viene un tormento.
Le dice Pablo a Jeshua comiéndose un caramelo.


© ®MaFerSca