...

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La sacra musa
En las telas sinuosas y nevadas de este lecho
se posa una sombra pretérita:
la estela de una umbría presencia,
cuyo devenir desconozco.

La bendición de Febo se asoma por el marco triste y retorcido,
dañado y opaco que circunda la ventana.
Las nubes orientales me ceden sus ennegrecidas manos al posarse frente al sol:
el eclipse se hace en el melancólico aposento.

Un incesante pensamiento me aterroriza,
mis sentidos —erráticos— se conmueven extrañamente.
Un sonido blanco, agudo y voluminoso flagela mi alma:
la voz corrompida del ser que ha dejado una sombra en este lecho.

Febo me ha llamado,
su refulgencia trae una noticia,
una noticia de aquella presencia cuyo devenir desconozco.
Febo —fulgurante— exclama:

“aquel ser que fue parte de ti, tu sacra musa,
se encuentra en tus tierras contiguas.
Su psique se debate entre el olvido y el anhelo.
Mas no temas, nosotros, los hijos de Latona

bajo la misma luz os resguardamos”.
© Engel Volkov