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Génesis. Apoteosis y Apocalipsis.
En el principio era el asombro.
Y no se pasa fácilmente.

El asombro es inquieto y se detiene en que es el espacio el asombro.
Y nos miramos las manos y nos tocamos el cuerpo y nos detenemos en los espejos.

El espacio! Y lo vamos conquistando cuando crecemos y lo manipulados cuando engordamos tragando espacio o enflaquecemos en dieta de espacios.
Cultivamos la ilusión de enseñorearnos del espacio y hacemos o destruimos manualidades y casas. El asombro, vestido de espacio, no se pasa fácilmente.

Un día, sin embargo, caemos en la cuenta de los días. La sucesión de horas, días y años es un asombro vertical al del espacio y pareciese que no podemos controlarlo más que con trucos y suposiciones. Y vienen las metafísicas a intentar regalarnos asombros de poder sobre el tiempo. Dormimos y soñamos en lo que parecen horas y fueron minutos o al revés, y jugamos a recordar. Todo en el intratable de ir contrayendo y estirando tiempos.

Creamos espacio y tiempo en el asombro de tener hijos. Un hijo es la impredecible magia de crear tiempo y verlo inundar espacios. Y no se pasa fácilmente.

Si caminaste derecho un día llega el asombro de reconocer a los demás como tan importantes como tu mismo. Entonces se habrá realizado el asombro de la relatividad y la humildad y ese, amigos míos, no se pasa hasta que llega el fin.

Finalmente hay una certeza de finales y aquí estamos, aquí, esperando el asombro del fin, que no cuenta bien nadie.

Más sencillo de lo que parece el camino desde una hoja en blanco hasta un epitafio, pasando por una matrícula, una recomendación, un currículum y un obituario.



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