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Quedará en mi mente
El día que nos cogimos de la mano viendo una película de miedo, aquellos días que íbamos al cine y me apoyaba en tu hombro mientras tú me abrazabas. Cuando me decías que me echabas de menos cada vez que pasábamos mucho tiempo sin vernos. Esa vez que me dijiste lo mucho que me querías. Todos y cada uno de los textos que me pasé tantos años enviándote creyendo que te gustaban. Aquel tiempo en el que no podías aguantar las ganas de abrazarme, cogerme en brazos, sonreír de oreja a oreja al verme. Las felicitaciones largas de cumpleaños, las alegrías por nuestros logros como si fuesen propios, las ganas de vernos, las despedidas que no acababan...
El miedo a querer, a perder, a dar un paso en falso, a nosotros mismos, a ser incapaz de superar...El miedo a sufrir que solo prolonga el dolor inevitable. El temor a llorar, a gritar, a hablar, a ser vulnerables, sinceros, maduros, adultos. Vivir en nuestras propias carnes que, efectivamente, nada es para siempre; no saber qué decir, cómo salir, o cómo continuar.
¿Y ahora qué? Hoy tu recuerdo es un sueño metido en mi cabeza; cada vez más difuso y trasparente. Tu figura y la imagen que tenía de ti desaparece, tu presencia se agota, y aquí ya no queda nada más que una persona sentada, esperando a que todo termine de explotar, o que se apague definitivamente.
Los recuerdos que una vez ocurrieron ya no están; puede que para ti ni siquiera existieran, que no me estuvieras cogiendo de la mano aquel día, no me dijeras que me querías, no me echaras tanto de menos, o que no quisieras quedarte conmigo un ratito más. Puede que para mí todo fuera tan intenso que fuera irreal. Ni siquiera tengo claro si ocurrió después de vivir tanta indiferencia en mis propias carnes...
¿Y qué más da? Está claro que esta historia está condenada a no ocurrir y a morir en el olvido. A partir de este instante, se quedará en mi mente para siempre; supongo que es la única manera de hacer que sea cierta.

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