...

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Mi cuerpo es la cárcel.
Sueño con que el mundo a mi alrededor huela a algodón de azúcar.

Y el cielo se tiña de hermosos colores tiernos sin parar.

Suelo imaginar que puedo ser yo misma en este aburrido mundo utilizado por adultos.

"¿Por qué Dios me permite soñar como una niña y vivir la rutina como una adulta?"

La caminata hacia el trabajo sería más divertida si lo haría montada a un pony de colores.

Legalmente debo usar un traje opaco y yo deseo usar un vestido que demuestre que soy la princesa de mis propios sueños.

Escribo mi vida fantasiosa en un cuaderno de hojas arrugadas que conoce todos mis deseos frustrados que mis compañeros llamarían 'infantiles'.

"¿Debo sentirme mal si aquella niña que quería ser una princesa aún permanece en mi?".

Mi vida es un oscuro bosque y mi única luz es la esperanza de volver a nacer cumpliendo mis más rosados sueños.

"¿Cómo no emocionarme cuando veo un arcoiris en el atardecer?".

Quiero tomar un pincel y pintar el mundo de fantasía, así la tristeza de no ser quien quiero ser no volverá.

Incluso teñir mi pelo fue blanco de ojos acusadores.

Mi mundo está inundado de colores.
Y el suyo de un tenebroso gris.

Sueño con tener una fiesta de té con criaturas mágicas que conocen el clásico levante del meñique.

En cambio infecto mi cuerpo adulto con café para estar sentada frente a un tortuoso escritorio.

Mi pony de peluche ya no huele a niñez y es testigo de mis desvelaciones por las madrugadas.

Me entristece llegar a la conclusión de que mantendré encerrados mis sueños por siempre, dentro de este cuerpo enfermo.

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