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#33: AQUÍ
Hubo un tiempo en que escribí sobre vos sin siquiera conocerte.
No sabía tu nombre ni de donde venías.
Tampoco podía saber el color de tus ojos o cómo sería tu rostro.
Pero te escribía, te soñaba y me imaginaba cruzar un día cualquiera por tu vereda.
Había días que la utopía llegaba a lastimarme por dentro.
Porque pensaba que era simplemente eso, una utopía que un ser humano albergara amor en su pecho y quisiera entregármelo a mí.
Y una mañana apareciste sin buscarte, sin buscarme.
Ambos, dos lobos solitarios persiguiendo sueños.
Entablamos el inicio de aquello que entrelazaría nuestros caminos.
En tu mirada brillante como el sol existía un magnetismo que era difícil de escapar.
En tu sonrisa encontré la complicidad y la felicidad en forma tangible.
En tus manos encontré el sostén ante las inclemencias.
En tu abrazo hallé refugio y hogar del bueno.
De vos nunca me quiero alejar.
Me aferro a tu cuerpo y acuno mi corazón en tu calidéz.
Tu amor me trae la paz de una tarde de verano que vira al más hermoso arrebol.
Así te veo, como la existencia divina de lo dulce.
Te adoro y te lo digo sin miedo.
Te beso y siento el sabor del universo.
Mis letras se impregnan de aroma a flores frescas.
Nacen girasoles de las palmas de mis manos.
Muerdo estrellas cuando tironeo de tu labio inferior.
Me pierdo y me encuentro en tu mirada.
La más dulce, la más esperada.
Te amo porque desde que llegaste sé que aquí es donde quiero estar.


© Emilia R.B