...

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¿Un simple apretón de manos?
He sido el único ser que al morir, al encuentro
cara a cara con la eternidad, ofrecí la mano y no la moneda a Caronte.

Irónicamente se emocionó, me sonrió y hasta me lo agradeció.

Tras sostenerla, por primera vez, sintió la efímera calidez humana que durante toda su existencia se le negó.

© LyonBlood