Una estrella en el firmamento brillaba,
con miedo a morir, en silencio lloraba.
Su luz, un faro en la oscuridad eterna,
pero sabía que su final se acercaba, interna.

"¿Qué será de mí cuando ya no esté?",
se preguntaba, mientras el cosmos ve.
"¿Seré olvidada, en el cielo desaparecida?
¿O mi luz será por siempre recordada, querida?"

Para el ser humano, su vida efímera parece,
un parpadeo en la historia, que no se desvanece.
Pero para ella, una vida larga y llena,
de historias y secretos, en su corazón retenida.

Llegó el día, su final estaba aquí,
la estrella temblaba, su luz casi sin sentir.
Con una explosión, una supernova se convirtió,
en el universo, su alma resonó.

El sonido de su alma, una armonía increíble,
una canción de despedida, dulce e inaudible.
Una melodía que solo el cosmos puede oír,
el eco de una vida, que no quiere partir.

Pero aunque la estrella ya no está,
su luz viaja por el universo, sin parar.
Y en cada rincón que su luz toca,
la estrella vive, su historia nunca se desboca.

Así que no llores, pequeña estrella, por tu final,
porque en nuestra memoria, eres inmortal.
Y cada vez que miremos al cielo en la noche,
allí estarás, en cada estrella, en cada broche.
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