...

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s/t

Aprendí a morder un poco tarde;
me descubrí un par de colmillos
sobre la arcada
y entonces,
algo me obligó a pensarte,
un deseo inmenso de tu tibio cuello,
como un manjar de madrugada.
Te guardo para entonces una caricia suave,
como balanza y desagravio.
Tus hombros son como las páginas de un libro
y aunque a veces hurgo sobre ti
con tal delicadeza,
luego me vence las ganas de deshojarte.

Carlos Joel

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