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Rebelión de las mariposas de esperanza
Me rebelo en la inmesidad de mi dolor;
me desdigo de lo dicho con espinas que se ensañan en corazones ilusionados.
Y surjo,
nueva y mansa.
Y no volteo la mirada.
Abrazo fuerte, y estoy
aunque no sepa decir palabra.
Te extiendo mi mano fría
mi mirada reposada.
Dificulto a la amargura que salpican las palabras
los abandonos, las llamadas
-que no se hicieron-
que arribe hasta lo hondo de la menoria
y sea daga
y sea resentimiendo
y luego arma.
Y miro al cielo, y veo el azul;
y suelto todo, no guardo nada
Mejor perdón, aunque duela el alma
te invito una vez más a recorrer la cuadra.
Y al ver allá, la guerra desesperada,
me consume ese dolor
pero cae en gotas cristalinas
un destello de esperanza.
Porque ya no veo así, con la mirada apagada
porque vuelve a latir un nuevo día en mí
como el primer día de colegio
y mi mamita, y su fragancia.
Recordar que si es invierno podemos recorer
miles de kilómetros en busca de un poco de calor
de añoranza
de un mundo mejor
de amapolas
de alabanzas.
Yo vuelvo a ser chiquita,
con inocencia y fe que no sea falsa.
Vuelvo a ver y a creer que vive en mi
una amiga, una hermana.
Me deshago de lo no hecho;
para empezar a hacer lo que haga falta
que no es mucho
que es poco
pero es
lo que levanta
a mi pequeño amanecer
de la desidia y la ignorancia.
Hoy enciendo esa canción,
que habita en mi interior
mientras contemplo en el silencio
los rostros de los niños
viviendo en paz, en los confines
de mi imaginación.
Oigo sus risas y oigo sus cantos, no muy lejos
de estos días
de esto que tengo en mis manos
de esto que puedo darles hoy,
de estos mis tiempos, de estos mis años
para decirles que den y que pidan
siempre el perdón.
Me anclo a la espera, sociega y serena;
de que estrechemos las palmas
y a poco las almas
sin esconder nada
donde nadie juzgue
ni se sienta el mejor.
Recibo contenta, las palabras bonitas
las escapadas sinceras, las horas enteras
que tenga para mí, quien me quiere acompañar
a ver las tardes bellas
subir a las colinas
envejecer
y querer estar.
Me siento en la banquita;
y sonrío quedamente
sintiendo en la barriga
mariposas constantemente.
Mariposas de esperanza
de una tierra reconciliada,
de los ñiños y las niñas
siendo libres a salvo en casa
de las flores y la fauna creciendo grandes
en los bosques, en las cañadas
de un nuevo amor
que a mi puerta
uno de estos días tocó.
Y me vuelvo a enamorar
Y vuelvo a amar
la vida.
Te dejo entrar.
Bailemos.
Volemos.
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