Un viaje...
En una tranquila bahía, un viejo y pequeño barco yacía varado en la arena, olvidado por el tiempo. Su casco, desgastado y cubierto de algas, contaba historias de travesías pasadas, de tormentas y amaneceres en el horizonte. Atado a un viejo muelle, el barco miraba al mar con nostalgia, anhelando surcar sus aguas una vez más.
Cada día, el sol se alzaba en el cielo, tiñendo el horizonte de naranja y rosa, mientras el barco suspiraba, convencido de que nunca volvería a sentir la brisa fresca en su proa ni el vaivén de las olas. La cuerda que lo mantenía atado, tan antigua y desgastada, simbolizaba un final olvidado.
Pero esa mañana, el mar decidió ofrecerle una última oportunidad. Una gran marea llegó con fuerza, golpeando el muelle con una ola imponente. La cuerda, finalmente, cedió y se rompió. El viejo barco, sorprendido, sintió una chispa de esperanza recorrer su casco. Con un crujido y un giro, comenzó a deslizarse suavemente hacia el agua, como si el océano lo estuviera reclamando.
A medida que se alejaba de la orilla, el barco comenzó a recordar. Revivió cada persona que había estado a bordo: los marineros riendo, los niños jugando, las familias compartiendo alegrías y tristezas. Recordó sueños cumplidos y otros olvidados, y aunque su memoria era un caleidoscopio...