...

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Espejismos
Es extraño que en este panorama eterno
seas vos la nube que mi cielo ennegrece;
porque aunque el decirlo me pese
es la soledad que hace el infierno.

Quizás es triste más que extraño
que después de todo este tiempo
me empeñe en acercarme
a lo que me hace tanto daño.

Veo el sol refulgente
tras el arroyo ponerse,
con el viento presente
revolviéndome el cabello.

Y entre todos los destellos
que trae el atardecer consigo,
me da bronca que algo tan bello
me elija a mí como testigo.

La paz me inunda, pero la tristeza
corrompe la tranquilidad con aspereza.
Sé que no soy digno de grandeza
y duele saber que ésta me aprecia.

Si me rechazara sería más sencillo;
si el no esforzarme para el tranquillo
le repudiara, al menos ese odio
excusaría mi cobardía, mi agobio.

Puede que simplemente eche a volar
como ese pájaro que planea con la brisa,
en lugar de esbozar una sonrisa
ante las cosas que me hacen enojar.

Puede que con el río que corretea
entre las rocas y árboles del lugar,
el desplegar las alas no me cueste;
quizás me acueste y no vuelva a despertar.

¿Y quién dice que no fue un accidente
que me arranco el alma para entregarla a la Muerte?
Lo dice mi mente, y aunque convenza al resto,
la conciencia ya es tortura suficiente.

Siento mis pies ligeros,
y el corazón de plomo.
Pesa como ancla, y me estanca
dentro del remolino que es mi alma.

¿Cómo va a oírme de tan lejos?
Ni yo escucho mi voz en la tormenta.
Me busco en el espejo; de quien fui
ya no soy más que un bosquejo.

Mi reflejo huyó, se ha perdido.
Cada cotejo me deja más vacío,
y no es raro verme diario
con el entrecejo fruncido.

© Sanctum