...

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El primer ojo, el que ve las cosas.
El ojo uno, que busca y escrutiña las virtudes de varios hombres, se cansa y tira a usted un guiño de que me voy a perder en su columna.

El segundo ojo, visco, se retuerce y endereza, trata de acariciar una medusa y rojo se pone ante la mordida del pez que no quería acariciar a la medusa.

El tercer ojo, legañoso, abre su cúpula y muere de la luz que sale del lugar donde quería llegar el primer ojo.

El cuarto ojo también cansado, mata sus antiguos ideales, se olvida de la espera, se pone un parche y se ciega, quiere salir a luchar lo que viendo no puede.


© VRS