En las sombras del cedro
Yo corté una rama
Era de un verde oscuro casi negro
Y su pena era amarga
El niño estaba quieto
Cual hoja varada
Soplaba frío el invierno
Y cantaba dormida la madrugada
Por las esquinas busqué mi sueño
Y sólo topé con tu cara
Y esos labios con carmín de fuego
Se me antojaron dos fantasías enredadas
El niño seguía quieto
Y el silencio gobernaba
Pues era nuestra cárcel un beso
Así como paraíso y ensenada
Toqué tus brazos discretos
Deslizandose por mi espalda
Y no quise detenerlos
Por ver a dónde llegaban
Hízose la mecha fuego
Y mis ojos ceniza grisácea
No solté entonces mi pañuelo
Ni lo soltaría por nada
No quisiera yo que el viento
Nuestro beso soplara
Y se fuera con el recuerdo
De aquella madrugada
Y sólo me quedé un niño quito
Y pena amarga
No me quede el silencio
Y una rama.


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