...

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Ordinaria vanidad
Raíces arropadas en tapices,
recubiertas por lombrices.
Los versos felices hacen
que ellas se deslicen
arrastrándose infelices
por mis cicatrices.
Una mente estropeada por los lapsos,
colapsos de matices artificiales adicionados.
Un precario diario literario,
mi diccionario ordinario
donde los significados no
son suficientes para
exponer lo que quiere ser expresado.
Emociones temporales,
atemporales por el temporal
de mis poros obstruidos
por cenizas de sarcasmo.
Masco con asco los vigentes recuerdos,
recuento con sufrimiento
mientras cuento este cuento ficticio.
Engañarme será fácil
si lo observo como si ya
el problema no fuese mío.
Rezo en su oído y
retumba un silencio de dolor sostenido.
Ostentoso deseo tortuoso
de ver belleza en lo penoso
mientras me besa el rocío.
El vacío se creó desde mi nido,
sombras que me pertenecen
donde se mece lo fallecido.
Por agostar el orden
floreció desde el desorden
mi flor del abismo.
¡La paz decidió anidar lejos mío!

Las rectas superficiales
son un bosquejo del lienzo blanco,
ruta donde persigo desesperadamente
mi camino.
La luna es la que me deriva.
¿Será ella mi destino?
La ignoro por intentar negar
la naturaleza del propósito divino
donde con mis verdades cito.
Fundamentales detonantes,
antes de presentarme
a la antesala de mi corazón...
Observo mi temperamento testarudo
donde a veces niego lo que realmente soy.
Para tener mi consciencia tranquila.
No trabajar en lo que afecta a otro ser.
¡Así voy!
¿Hasta qué punto está mi evolución?
¿Qué porcentaje de egoísmo tengo?
Miro atrás donde
he modificado varios errores,
pero anclado a mi espíritu
existen cosas que no trascienden,
mi alma se esconde y
su originalidad detengo.
Intervengo porque vengo
con la negatividad que tengo.
Provengo desde una dualidad
que en ocasiones acepto.
Mantengo la luz que vive aquí dentro.
La oscuridad me impulsa a amarme lento.
¡A veces ni eso!

¿Dime cuándo y cuánto tiempo debo de esperar?
¡Quiero quererme tal cual!
Sentir felicidad sin sentirme culpable.
La insuficiencia que siento
cada día por prohibirme
a admirar lo que de mí nace.
Todo lo que...