¡Ay! ¡Teníamos tantos planes!
Es como cuando planeas una cena de Navidad y terminas pidiendo pizza porque “nadie tiene tiempo”.

Íbamos a reducir la distancia, a conocer a nuestras familias, a vivir juntos, casarnos, tener hijos y, por supuesto, criar al perro que siempre dijimos que íbamos a tener.
¡Todo un futuro, casi con fecha y todo!
Hasta que un “no puede ser” de la familia
nos hizo pensar que tal vez deberíamos seguir con el plan de no tener hijos y no vivir juntos…

Ahora, aquí estoy, haciendo como que la vida sigue igual, pero en mi cabeza hay una fiesta de recuerdos y tú, como el fantasma en un reality show, apareces de vez en cuando, solo para recordarme que la distancia no solo está en los kilómetros, sino también en los besos que nunca llegaron a materializarse.

Tú, como un buen protagonista de telenovela, sigues tu vida con una tranquilidad que me descoloca, y yo, aquí, pretendiendo que soy una persona madura, mientras busco excusas para no hacer click en tu perfil de redes.

(Es complicado, ¿sabes? No sé...