En un mundo sin color, la vida parece desvanecer,
como un lienzo en blanco sin nada que enriquecer.
Todo es monótono, gris y apagado,
sin un destello de alegría, todo parece olvidado.

Pero en medio de la oscuridad, una chispa brilla intensa,
un pequeño rayo de luz que despierta la conciencia.
Es el colorido de las emociones, la pasión que late dentro,
un arcoíris en el cielo gris, un milagro que no tiene fin.

El amor es rojo como una rosa en flor,
la esperanza, verde como los campos llenos de verdor.
La alegría es amarilla como el sol que brilla en el cielo,
y la paz, azul como el mar tranquilo en su anhelo.

En este contraste entre lo sin color y lo colorido,
encontramos la esencia de la vida, un equilibrio compartido.
Pues en la ausencia de color, valoramos su presencia,
y en la abundancia de tonos, celebramos su excelencia.

Así que abracemos la diversidad de la paleta de emociones,
donde lo sin color y lo colorido encuentran sus propias razones.
Porque en este baile eterno de luces y sombras,
descubrimos la verdadera belleza que nos asombra.

© Lovely Writer