A Roberto Fernández Retamar

Terminé de escuchar por octava vez un poema, tu poema, con tu voz, con tu cara, quizás transcrito con tu letra, con la misma pluma que lo escribiste por primera vez, o en la misma impresora en la que una vez lo hiciste libro; no habrá generaciones de más de sesenta años que no puedan escucharte, no habrá ideas que no puedan repetirse, algunos de los que queden vivos recordarán como llorabas o buscarán entrevistas tuyas para refrescar la memoria.

Ah, felices los mortales!

No te prometo que estarán tus poemas en el imaginario popular, o tus ideas en el intelectual de aquí a trecientos años, que alguien mencionará tu nombre, que habrá Cuba, Mundo, Revolución, incluso humanos, ideas, tiempo, que tendrá sombra el vástago o del vástago será toda la sombra…

Ah, por si a alguien le interesa!

Ah, por si alguien no te conoce!

Aún no has muerto, no como Federico, no como algunos hermanos, hijos, hombres, humanos, sui-generis, poetas, escritores, intelectuales, amigos, aun se te recuerda, este no es tu fin, ni el mío, ni el de muchos, queda tu voz, tu obra, tu poesía, tu voz leyendo poesía, tu foto en un video inmóvil leyendo poesía, poesía poesía…

Ah, felices los mortales!

Ah, felices los normales!

Ya tú no lo eres.


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